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Un día cualquiera de clase del lejano 1987. Nuestro querido amigo no hace más que mirar el reloj de pulsera CASIO que le regalaron en su santo. Un reloj con correa de goma, que se llenaba de los «churretes» de sudor cuando hacía calor, dos alarmas, luz y un bonito marco negro con un borde amarillo, vamos lo que casi todos tenían en la época. Pero no lo miraba nerviosamente para que los compañeros lo vieran, no. Estaba impaciente porque sonara la campana del final de la última clase de la mañana, quedaba poco más de media hora, y poder salir corriendo con su amigo a los recreativos de debajo de su casa.
¿Pero por qué tanta prisa? ¿Qué recreativa había conseguido crear este estado de ansiedad e inquietud en nuestro amigo? Para eso debemos volver a la semana anterior. En una de sus «visitas» a los recreativas, se había encontrado con el típico revoltillo de gente alrededor de una máquina. Como sabéis, esto pasaba siempre que llegaba una novedad. Era también un día de clase, un martes para ser más concreto, y aprovechando el rato que tenía hasta la hora de comer, se pasó para ver que se «cocía» de nuevo por allí. Abriéndose paso junto con su amigo, consiguieron una
posición ventajosa para poder ver la pantalla. En ella se veía un logo con un dragón chino, y justo debajo de él unos símbolos también en chino. Al poco apareció un letrero con un nombre «Double Dragon».
¿Esto de que va? ¿Manejas un dragón? ¿Un matamarcianos? Que equivocados estaban los dos compinches de «viciadas». El chico que se disponía a jugar junto con un amigo, introdujo dos monedas, esas monedas de 25 pesetas que tanto echamos de menos, y le dió a los botones de Start. Y ahí ya quedó claro de que iba esto. Una banda de delincuentes secuestran a una chica, y al momento, dos luchadores iguales en aspecto pero vestidos de diferente color, uno de azul y otro de rojo, salen de dentro de un garaje y se disponen a seguirlos. ¡Vaya juego raro! ¿Y ahora qué? De pronto empiezan a aparecer en pantalla algunos de los maleantes de antes, y sin cortarse un pelo, se lían a golpes con los dos personajes que manejaban los chicos. Entonces comenzó un espéctaculo de patadas, puñetazos, codazos… hasta que los chicos consiguieron vencer a los tiparracos ¡como mola esto! Continuaron avanzando y seguían apareciendo más enemigos, algunos con bates, unas «chicas de la vida» con látigos, otros con cuchillos, y un gigante negro con una cresta a lo M.A. que destroza una pared antes de aparecer en escena.
¡Mi madre, como mola! ¡Quiero jugar a esto, quiero probarlo ya! exclamó nuestro querido amigo, pero la cola era muy larga y el tiempo antes de comer muy breve, una pena. Desde ese día, salía disparado del colegio al terminar las clases mañaneras junto a su amigo, y desde ese día, siempre llegaban tarde y se quedaban con las ganas de probar este nuevo tipo de arcade.
Ahora ya enténdeis esas carreras aquel día, tenían que llegar los primeros, tenían que probar esa máquina ¡ya!. Corrieron como nunca, casi volaban, y finalmente llegaron al salón recreativo. Y allí estaba la máquina ¡vacía! ¡corre, corre, que todavía nos la quitan! Tomaron asiento en los taburetes que había colocados delante, introdujeron sus preciadas monedas de 25 pesetas que tanto les había costado reunir, y presionaron el Start …
Un día más se iba forjando el futuro de nuestro amigo, el futuro de un… JUGÓN.«
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