
¿Por qué será que los progresos tecnológicos y científicos más notorios terminan siendo utilizados para hacer realidad los propósitos más estúpidos? No hablemos ya de explosivos nucleares, pero sí de algo que usamos todos tan aparentemente sencillo como son nuestras comunicaciones por la gran red, un asunto del que merece la pena hablar seriamente y sin escrúpulos pero también cuidando el respeto que merece la memoria y la realidad actual de muchas personas que se ven y se han visto afectadas por su mal uso y/o la falta de su buen uso en mayor o menor medida.
El pasado jueves 23 de abril perdimos a una importante integrante del proyecto Dolphin durante los dos últimos años. Rachel Bryk, de 23 años, caminó hasta la mitad del puente George Washington, puso en el suelo su bolso rosa, se quitó los zapatos y saltó al río Hudson, pasando a ser la tercera persona a lo largo de cinco días que se suicida desde dicho puente.
Pudiera ser que el detonante fuese como dicen la mayoría de los medios el hecho de que ella confesara públicamente en Ask.fm sus deseos de suicidarse y que la reacción de varios usuarios comúnmente llamados “trolls” fuese precisamente la de animar a que lo hiciera. Su madre sin embargo tuvo bastante más que añadir, como que hace 7 años a Rachel se le diagnosticase artritis reumatoide y fibromialgia, y que no sólo tuviese que vivir con ello sino que además la medicación que ella necesitaba para aliviar el dolor le nublase demasiado la mente como para poder trabajar en lo que amaba. Añadimos a esto una serie de interacciones nocivas en 4Chan y prolongadas inquietudes sobre su identidad sexual, su consecuente depresión y el intento de suicidio que un año antes había sido frustrado por un agente policial, y obtenemos un dibujo más complicado.
Pero a la vez seguimos sin llegar a ninguna parte, y tal y como dijo su madre, Lisa Bryk, sería un error intentar simplificar el motivo del suicidio aquejando que un solo factor fue el determinante, porque en realidad no lo sabemos con certeza.

A día de hoy, el cuerpo de Rachel todavía no ha sido hallado, y la mayor certeza que nos queda es que no volveremos a verla, como tampoco volveremos a ver a Tyler Clementi, ni a Ryan Halligan o Megan Meier. La realidad, a partir de hoy, está en nuestras manos, y mientras internet siga siendo un espacio medianamente libre tendremos el poder y responsabilidad de poner nuestro granito de arena para bien o para mal. ¿En qué aplica esto a los videojuegos? Es difícil no darse cuenta de que están pasando cada vez más a ser una experiencia social en red y cada vez menos íntima. Ya no compartimos nuestro progreso en un juego conversando sobre él tanto como compartiéndolo a través de logros en la plataforma, grabaciones en Youtube o emisiones por Twitch. Cada vez hay menos juegos que disfrutar con unos pocos de confianza con la pantalla divida en el salón, y cada vez más los que jugar con unos auriculares con micrófono conectados a decenas, cientos o miles de personas. No son peores juegos, pero en ocasiones sí llevan consigo comunidades más agresivas e intolerantes tanto en chat de voz como en foros y comentarios a publicaciones, y no todo jugador puede quedarse inmutable ante una lluvia diaria de insultos cada vez más personales. Menos aún aquellos que sufran depresión y que en vez de tomarse un insulto como fruto de un arrebato injustificado de cólera mal dirigida lo asimilen como una opinión crítica justificadamente aplicable a su persona.

En la web de Dolphin, sin embargo, hay un precioso artículo conmemorativo para Rachel Bryk. Estas son algunas de las palabras palabras que compartieron sus compañeros en su memoria:
«Rachel era más que sólo una gran programadora. Era una gran programadora que siempre se las arreglaba para ponerme una sonrisa en la cara. No creo que vuelva a haber nadie como ella. Descansa en paz.» – Steveoisiak
«Sin importar el qué, siempre estaba dispuesta a ayudar a cualquiera. De todos los desarrolladores ella era la que más ayudaba en los foros, siempre arrimando el hombro. Dolphin es un lugar más pequeño sin ella…» – MaJoR
«Rachel era una buena persona que se infravaloraba severamente; siempre era un cantar y bailar para conseguir que aceptase un cumplido. […] No sólo perdí a una gran programadora que había pasado a trabajar en el mismo proyecto que yo…, perdí a una mejor amiga. Nunca te olvidaré.» – Lioncash
Los amigos de la fallecida confesaron a su madre lisa que conocían la situación de riesgo en la que se encontraba Rachel y que pensaron en hacérsela saber, pero no lo hicieron a tiempo. Ella añadió: «Ellos piensan que por estar al otro lado de la pantalla de un ordenador están absueltos de hacer nada. Y no lo están. Si ellos saben que alguien quiere hacer eso, y saben lo serio que es, necesitan dar un paso adelante.»
Puede que si en lugar de insultos y ánimos suicidas hubiese recibido respuestas más inteligentes por Ask.fm algo hubiese cambiado. Puede que si su familia hubiese sabido de antemano el punto en el que Rachel se encontraba habrían podido hacer algo al respecto. Puede que si esta lista de frases de sus compañeros de Dolphin le hubiese llegado cuando ella seguía viva su tentación al suicidio hubiese sido menor.Puede que abstenerse de hacer daño a personas como Rachel, Tyler, Ryan o Megan no fuese suficiente, y que hubiese hecho falta dar un paso adelante por parte de muchos como sí se hizo en el caso de Dancing Man y su paso desde la humillación en redes a una fiesta multitudinaria con superestrellas. Pero estas personas ya no están entre nosotros, y todas esas variables con respecto a ellas seguirán siendo un misterio.
Sólo nos quedan los vivos, aquellos con quienes conversamos a diario o a quienes dirigimos un sólo comentario en un cruce eventual de caminos. Personas a quienes conocemos en persona o de quienes sólo vemos una imagen de perfil acompañada de un breve texto. Entre todas esas personas, en alguna parte, hay Rachels, Tylers, Ryans y Megans que en un momento dado necesitarán que alguien dé un paso adelante. Quizás no para ser el héroe que siempre les salve, pero seguramente sí para ser el superhéroe que les enseñe a salvarse a sí mismos. Aunque a menudo lo olvidemos, hay un superhéroe dentro de cada uno de nosotros. Lo único que queda pendiente es perder ese falso sentido del ridículo al ponernos la capa…, y qué mejor lugar para volar que el propio internet.
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