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Un nuevo día soleado de otoño de 1987 le espera a nuestro amigo. La rutina de las clases, los deberes… lo típico de todos los días en los que tenía que acudir al colegio. La mañana pasó rápido y finalmente llegaron las 12 h., a descansar un rato y a comer antes de las clases vespertinas, otra vez más. ¡Qué equivocado estaba! Cuando llegó a casa su madre no había llegado todavía, así que se puso a jugar con su hermano mientras la esperaban para que les hiciera la comida.
A los pocos minutos oyeron el típico sonido de unas llaves introduciéndose en la cerradura ¡Mamá había llegado! ¡Por fin, que hambre tenemos! Pero su madre llevaba un papel en la mano ¡un aviso de correos! Hijos, ha llegado un paquete a vuestro nombre, pero como no estábamos tendréis que ir a recogerlo mañana al salir de clase al mediodía. ¡NOOOOOOOOOO! Un grito sonó en la cabeza de nuestro añorado jugón, sabía lo que era y no podía esperar otro día más.
Llevaban meses, sus hermanos y él, ahorrando para poder comprar el juego, uno de los que más les gustaba en los recreativos por aquel entonces: Wonder Boy. Por aquel entonces para conseguir novedades tenía que pedirlas por correo y podía tardar dos semanas en llegarles a casa, añadiendo a eso el tiempo para ahorrar el dinero necesario. Y ahora tocaba esperar un día más.
Llegó la hora de volver al cole, dos eternas y leeentas horas que nunca terminaban, después el resto de la tarde que incluso pasó más despacio todavía. Cenar, ver un poco la tele y a dormir que mañana había colegio de nuevo ¡y tocaba visita a correos!.
Tras una noche interminable y casi de completa vigilia nuestro amigo se levantó, se preparó y de nuevo a clase. Otras tres horas más de espera para poder recoger el juego y poder, por fin, probarlo. La mañana fue la más larga de su vida, y eso que las clases no fueron aburridas y disfrutó con sus amigos en el recreo, pero él solo tenía una cosa en mente: WONDER BOY.
Por fin llegaron las doce, salió corriendo a por su hermano y se dirigieron a toda velocidad, algo habitual en él, a la oficina de correos. Por fin, y tras una corta espera, les atendió el señor de la ventanilla. A los pocos minutos tenían su paquete en la mano, y el camino a casa parecía el sendero de baldosas doradas del Mago de Oz, largo e interminable.
Finalmente llegaron a casa, quedaba poco para la hora de la comida, pero tenían tiempo suficiente para probarlo. Tú enciende el ordenador, yo abro el paquete y saco el disco, le dijo a su hermano. En breves segundos estaban cargando el juego: RUN «DISC». Y allí estaba, una bonita pantalla de presentación y al poco la inconfundible musiquilla del juego de los recreativos.
Obviamente tenía muchas carencias respecto al arcade original, pero por aquel entonces, era lo más parecido a jugar a él. ¡No te dejes las frutas! ¡Coge el martillo! ¡Cuidado con esa araña! Y así poco a poco, y en el breve rato que tuvieron para probarlo, consiguieron llegar hasta el primer enemigo final, el primer «cabezón» como ellos los llamaban. ¡Como mola! ¡Se parece un montón y tiene las mismas pantallas!
Finalmente les llamó su madre para comer y tuvieron que dejarlo, hasta el fin de semana no podrían volver a jugar, menos mal que era jueves. Llegó el viernes por la tarde y allí estaban de nuevo, saltando, esquivando, recogiendo frutas… y de nuevo el primer «cabezón». Después de varios impactos cayó, dejando un ítem y escapando con una cabeza nueva y diferente ¡ya solo quedan seis más!
Y así, tras muchas partidas, muchas horas y días jugando, repitiendo niveles, nuestro amigo se hizo un experto en el juego. ¿Consiguió terminarlo sin trucos y sin POKES? Pues no os lo diré pero de nuevo, una vez más, demostro que era… un jugón.«
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