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Siempre que recuerdo en estar sentado en el suelo del salón (porque hasta hace muy poco en las casas solo existía una tele, sita en el salón), con la lluvia en la ventana, el mando de la play en las manos y un juego que requería una verdadera lista de tareas por hacer, porque las de la casa ya estaban hechas, solo viene Tombi! a mi memoria. ¿Por qué este juego de animación tan infantil, tan rosa y chillón, con cerdiablos por enemigos? Los que lo hayáis jugado ya tenéis la respuesta; los que aún estáis por hacerlo, tenéis una joya por descubrir (eso sí, en castellano, en PSX/PSOne).
Catalogado como plataformas, este juego de finales de los 90 es mucho más que eso. Un título con 130 misiones, de las cuales unas siguen el hilo principal, recuperar la pulsera de tu abuelo, que los malvados cerdiablos robaron porque la necesitan para su conquista del mundo, y las demás secundarias, muy variables, nada repetitivas, e increíblemente complejas para las limitaciones de la época.
Tiene las ideas geniales de una aventura gráfica, el peso de un juego de rol y la combinación de ambos géneros en consonancia con el desarrollo de las misiones, pues no son del tipo mensajero, donde “a” me lleva a “b”, resuelvo, recompensa y a otra cosa, chico de pelo rosa; hay misiones que tendrás en tu diario durante toda la aventura, esperando a que cambie el escenario, a que consigas una paraguas que te permita mantenerte en el aire unos segundos, o unas gemas que te den los poderes de los elementos para avanzar a esa zona del mapa que antes no podías… o a entrar en alguna de las puertas de la Montaña Fénix de tan difícil acceso.
Un buen juego de los que te hacen pensar: “¿y qué narices hago yo ahora?”, requiriendo de tu habilidad como buen plataformas que es, con misiones de dificultad más que elevada (conseguir la medalla de oro era titánico), con enfrentamientos a jefes genuinamente divertidos (encerrar a los cerdiablos en las bolsas era tan satisfactorio…), con mapas tan variados y diferentes como era el poblado de los enanos en comparación con la Montaña del Fénix…
De verdad, a todos los que se os haya escapado, jugadlo. Tiene de todo. Juegos de habilidad; sorpresas de todo tipo en el escenario; un inventario muy variado; un personaje del que te encariñas inevitablemente, al que puedes personalizar con accesorios que modifican la jugabilidad, desde joyas mágicas hasta pantalones con poderes, sin olvidar las armas; una banda sonora de las que te transportan en cada zona a un país mágico; escenarios muy hilados en los que las puertas y huecos se interconectan, y con una zona más, siempre una zona nueva inesperada, hasta en el escenario del principio, que no sabías para qué servía o pensabas que era solo decorado; y muchos, muchos personajes no jugables, que estarán presentes e influirán de forma necesaria en toda la historia; nadie se quedará atrás.
Es uno de los juegos mejor aprovechados que he visto. No sabría qué más añadirle. Creo que eso lo dice todo de él. Bueno, sí, confieso: le añadiría voces, porque hasta los que estamos acostumbrados a juegos que tienen más palabras que bits, nos gusta una buena voz de vez en cuanto. Siempre aporta más profundidad al personaje. Pero por lo demás es brillantemente perfecto.
«¡Mierda, que en esta había que reírse!» 😉
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